04 octubre 2013

Lampedusa: el cementerio del Mediterráneo

Querida familia, madre y hermanos, tíos y abuela. Espero que podáis recibir esta carta, aunque es posible que no llegue a tiempo.

Me encuentro en la barcaza que salió de Trípoli, después de dos meses de viaje terrestre. Conseguí comprar el pasaje, con el ahorro de todos vosotros. Un billete de 4000 dólares, todo lo que teníamos. Escribo con toda tranquilidad porque sé que pase lo que pase, poco puedo hacer.

Esta vieja barcaza apenas se sostiene, somos unos quinientos, de los que muchos son mujeres y niños. Ahora casi todo el mundo está nervioso, parece que esta vieja olla está haciendo aguas. Veo tierra a lo lejos, dicen que es la isla de Lampedusa. Una isla que ya es Europa. Mientras escribo, pienso que no vale la pena pensar en saltar, no sé nadar.

Lampedusa inmigrantes

Mis queridos todos, perdonadme si os he fallado. Tenía que intentarlo. Mi padre lo intentó hace diez años y no lo consiguió, pero yo, tenía que hacerlo. Al fin y al cabo, aquello no es vida. Y esto podía haber sido la salvación. Un paraíso. Comer, trabajar, vivir. Ni más ni menos. Aunque sea lejos de nuestra tierra, de nuestra gente, de nuestra miseria.

No me lloréis, allí todos estábamos muertos, lo triste es que no haya podido haceros resucitar. ¡Mala suerte! Bueno, todavía no está todo perdido. Parece que están haciendo fuego para que nos vean desde esa isla y nos socorran, es posible que lo logremos.

Por si las moscas, si que quiero deciros algo. Si yo no lo consiguiera, que esto no quede así. Que mi hermano Mahaz lo intente, y si no mi primo Rezin. Porque es la única forma de que nos salvemos, mejor dicho de que os salvéis. Yo, quizá no esté, pero no importa, porque lo importante es que al final alguien de la familia lo logre, y así podrá dejar a todos la mejor herencia: la salvación, la vida en una tierra deseada.

Me da pena que todo lo que hemos conseguido ahorrar, con el esfuerzo de todos, no haya podido servir. Pero tenéis que empezar de nuevo. No os dejéis llevar por la pena. Pensad en todos los que quedáis. A la tercera irá la vencida.

En nuestro país no hay futuro, no hay presente, sólo hay miseria y muerte. Ignorancia y enfermedades. No vale la pena vivir así. Sin trabajo, sin comida, sin apenas agua.

No sé si ha sido una buena idea lo del fuego. Parece que se está prendiendo la barcaza y la gente empieza a tirarse al agua. Esto llega a su fin. Cuando no haya otra alternativa me tiraré yo también. Prefiero morir ahogado que quemado. Mientras que pueda aguantaré aquí, escribiendo lo que quizá nunca leais.

Hubiera sido bonito. Porque hubiera trabajado hasta el hartazgo para poderos traer aquí, a Europa, uno a uno, a esta nueva vida. Vivir en una casa, comer dos veces al día, trabajar y ganar para poder vivir. Quizá un día, hubiera encontrado a alguna chica y me hubiera casado. Y mis hijos, lejos de las enfermedades mortales, habrían podido ir a la escuela.

Querida madre, sé lo que estás sufriendo, primero mi padre, ahora yo. Sé que para ti no será fácil entenderlo, pero mis hermanos, mis primos tienen que seguir intentándolo. Alguno lo conseguirá, y cambiará vuestra suerte.

Al fin y al cabo, aquello no era vida, y si ahora muero dejaré de sufrir penalidades. No me lloréis, seguid intentándolo, me voy pensando en vosotros y sé que lo lograréis. Quizá algún día sea posible vivir en nuestro país, mientras tanto…

El fuego está cerca, ya quedamos pocos en el barco, veo que muchos de los que se han tirado al agua tampoco saben nadar. Otros que han fracasado. Muchas mujeres y niños que luchan contra el mar, sin saber cómo salvarse. Un mar lleno de gente como yo.

Sólo una cosa más, antes de tirarme al agua, recordad el nombre de esta isla: Lampedusa, es la Europa que de lejos he soñado ver y que he estado a punto de pisar, aunque hoy se haya convertido en el cementerio del Mediterráneo, en el cementerio de los nuestros.

Madre, Mahaz, Duma, Rezin, Safira, Dura, os quiero,

Ahiram Abouyaala

Esta carta la entregó, a las autoridades italianas, un naúfrago sudanés, amigo de Ahiram, quien todavía figura como desaparecido.

Salud y República

2 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Pobre gente.
Nosotros, los gallegos, sabemos lo que es emigrar. Aunque tantos lo hayan olvidado.

Genín dijo...

Que horror, es increíble que estas cosas sucedan en el siglo que estamos...
Salud