09 marzo 2008

La literatura como terapia de la política (XXIV)

El fragmento del domingo pasado fue de la novela de José Saramago: Ensayo sobre la ceguera. Y fue un visitante poco conocido en Kabila, llamado Yuki, quien acertó rápidamente. Enhorabuena.

Y qué decir de Saramago y de una de sus novelas más conocidas, que no sea un tópico. Un escritor octogenario que después de escribir sus dos primeras novelas –la segunda no llegó a publicarse— se tiró veinte años sin escribir ficción pensando que no tenía nada que aportar. Fue perseguido y censurado durante la época salazarista y empezó a alcanzar la notoriedad que merece allá por 1982, con la primera novela que le dio fama y algo de dinero: Memorial del convento. Después vendrían todos sus éxitos. Tiene cientos de premios, entre ellos el Nobel de literatura. Hoy, a sus ochenta y cinco años, se encuentra enfermo. Ojalá que sea pasajero.

En Ensayo sobre la ceguera, Saramago como en otras de sus obras profundiza en los procesos de decadencia de la sociedad actual. Su compromiso con el género humano le hace ser pesimista y hace de la mayoría de sus personajes, los protagonistas de una insolidaridad que provoca el enfrentamiento entre ellos. Magnífica novela que merece ser leída, despacio y saboreándola. Junto con Todos los nombres y El año de la muerte de Ricardo Reis, es la novela de este portugués afincado en Canarias, que prefiero.

Y ahora pasamos al fragmento de esta semana:

Pero no quiero que se hagan ustedes la idea de que Jane era una especie de témpano o algo así sólo porque nunca nos besábamos ni nada. Por ejemplo hacíamos manitas todo el tiempo. Comprendo que no parece gran cosa, pero para eso de hacer manitas era estupenda. La mayoría de las chicas, o dejan la mano completamente muerta, o se creen que tienen que moverla todo el rato porque si no vas a aburrirte como una ostra. Con Jane era distinto. En cuanto entrábamos en el cine, empezábamos a hacer manitas y no parábamos hasta que no se terminaba la película. Y todo el rato sin cambiar de posición ni darle una importancia tremenda. Con Jane no tenías que preocuparte si te sudaba la mano o no. Sólo te dabas cuenta de que estabas muy a gusto. De verdad.

Pues nada, lean, lean y adivinen de qué obra y autor hablamos.

Salud y República

4 comentarios:

Augusta II dijo...

increíble que con el paso de los años, este mundo esté cada vez más lleno de Holden Caulfieldssss... Siempre será una novela actual... Salinger acertó de pleno.

Bueno, que lo diga otr@, a ver si me voy a equivocar. Jur, jur, jur!!!

Salu2!!!

RGAlmazán dijo...

Pues sí, Dª Augusta, hay que ver cómo domina usted la literatura anglosajona. ¡Qué barbaridad!

Es Salinger, pero desde luego no le pega esa modestia por la que no da el nombre de la novela y sin embargo sí el nombre del personaje.

Complete, complete la jugada, no sea humilde.

Salud y República

Sònia... no tan fiera... dijo...

Cachis, para una que me sabía!

Augusta II dijo...

Vale, lo completo. El Guardián Entre el Centeno.

Perdona, Sonia. Oops!

Salu2!!!