09 mayo 2007

Una época y tres lugares

Me ha invitado, Don Antonio, hace unos días (perdónenme Vds. el retraso, pero me encuentro, fuera del mundanal ruïdo y sin línea Internet, en mi segunda residencia) a un meme (qué nombrecito) en el que debo decir cuál es mi sitio ideal. D. Antonio, buen tramposo –aunque no más que yo— añade además del sitio, la época de su vida, y yo no voy a ser menos. Seré más. Hablaré de la época y de tres lugares.

Recuerdo con nostalgia mi adolescencia. De los quince a los dieciocho años. Fueron años auténticos, donde sólo pensaba en pasármelo bien, sin fastidiar. Trabajaba, sin dejar de estudiar, desde los catorce y esperaba con ansia el fin de semana. Ese era el tiempo de los amigos, de la panda. En casa me daban el salario de un día cada semana para mis gastos, poco era pero tenía para ir al cine, jugar al billar o al futbolín y comprar discos de vinilo de 45 rpm. Este último vicio era el más caro, pero el más ilusionante. En la pandilla éramos fanáticos de la música, corrían los años sesenta, y allí estábamos los domingos haciendo, donde podíamos, guateques, reuniones en las que lo importante, además de bailar, era probar la música nueva que llevábamos: Beatles, Brincos, Pekeniques, Mustang, Aute, Rolling, Kinks, italianos, franceses. ¡Qué emoción poder compartir un nuevo disco con tu pandilla! Entrar y poner el último de Aznavour, o Pino Donaggio, o Wilson Picket. Eran momentos inolvidables que se mezclaban con los amores que iban naciendo, que cuajaban o simplemente se evaporaban. Allí pude sentir mis primeras aproximaciones amorosas. Unos recuerdos inolvidables. Una época única.

Que decir de los lugares. El de mi niñez era el barrio donde nací. La calle de la Luna en Madrid, barrio centro, entre Gran Vía y el hoy, desgraciadamente famoso Barrio de Malasaña (entonces le llamábamos Dos de Mayo o Maravillas, lo de Malasaña vino más tarde, con la movida) Un barrio donde todos nos conocíamos, el tendero, la lechera, el bodeguero, el farmacéutico… Un barrio donde jugábamos al tacón, a pídola, a los cromos, al pañuelo, al fútbol, en la calle, con el pan y chocolate entre las manos y formando las porterías con los abrigos tirados en la calzada y las carteras. ¡Cuidado que viene un coche! Todos corriendo a quitar las porterías de pega. ¡Qué pena cuando hoy paso por allí y veo lo degradado que está!
Hay otro lugar de paso del que no me puedo sustraer. Roma, la zona que va desde Piazza Spagna a Campo dei Fiori, incluyendo el Panteón y Piazza Navona. Allí, por trabajo, he tenido que ir muchas veces. ¡Qué paseos por esa Roma alegre, nocturna, cálida y tremendamente viva! En primavera, bestial, ese paseo con amigos, después de una buena cena, incluyendo una spaghettata naturalmente, un alto para tomar un helado en la heladería del Panteón (más de doscientos sabores distintos). Un gozo difícil de igualar.
Por último, está mi lugar ideal en la actualidad. Es éste desde el que os escribo este post, que mañana bajaré a Internet. Se trata de un sitio escondido, cerca de Tortosa, a diez quilómetros del Ebro, a treinta del mar y a seis de un parque natural “Els Ports”. Un sitio envidiable. Tranquilo y espectacular. Ahora mismo, por la ventana, veo las montañas que constantemente cambian de color, verdes y grises con distintos fondos, que se van difuminando al par que se alejan. Un lugar donde me encuentro en paz conmigo mismo (cosa que no siempre ha sido fácil), con Lola, con mi gata Misha y con los que por aquí quieran venir, siempre bienvenidos, sean amigos, parientes, hijos o nietas. Un lugar fuera de este mundo que comparto con mi casa de Rivas, de forma intermitente, durante el año.

¡Vale la pena mirar atrás, sin olvidarse de lo que viene!

Salud y República

8 comentarios:

Daniel Isaac dijo...

Rafa, adoptame!
O te hago de "masover" en Tortosa!!!
Que pedazo de relato...qué lindura..

Un abrazo.

Blanca dijo...

Tus recuerdos juveniles los firmaría yo ahora mismo, solo añadiría los primeros achuchones a los sones de Il mondo, de Jimmy Fontana o Mejor de Los Brincos, y los guateques en casa de una amiga del cole, en Peñagrande... pero el retrato es el mismo que el mío, con comba en lugar de futbol, y comiendo el delicioso pan con chocolate incrustado... y las pelis del cine Olimpia, en la plaza de Lavapies...

No lo añoro en absoluto porque la vida me regaló una segunda oportunidad que estoy disfrutando como si fuera una jovencita de 15, pero ahora a los sones del tango, bailados al amor de mi salón o en una milonga cualquiera de la ciudad de Buenos Aires... y la experiencia de la segunda juventud con el amor de mis hijos y nietos es maravillosa, acompañada de mi maravillosa nueva vida.

Anónimo dijo...

...Fascinante, Rafa...
Dani, casi que nos adopte a los dos, no??!!!
Saludos a todos.

Daniel Isaac dijo...

Blanca!
si no me adopta Rafa, adoptame tú!

Qué hermosos vuestros recuerdos y vuestros presentes, felicidades!


Un abrazo

AF dijo...

Celebro su vuelta, aunque sea intermitente, don Rafael. Muchos saludos en lugar de uno solo.

Scout Finch dijo...

Ya decía yo que estabas desaparecido. Se te echa de menos. ;-)

Preciosos recuerdos. No he estado en Roma, pero me dan unas ganas tremendas de irme para allá ahora mismo y comerme uno de esos helados de ¡¡200 sabores!! Increíble.

Besos.

Daniel Isaac dijo...

...mmmmmm...un heladico en la fontana di trevi...mmmmmmmmm...qué delicia.
Tuve que probar dos, de los grandes, y casi me dió un patatus que acabo en el agua, con todas esas moneditas a mi alrededor...

SyrianGavroche dijo...

Casualidades de la blogosfera me han hecho llegar hasta aquí, le felicito por su blog, seguro que volveré mucho por aquí

Un saludo